La revolución de terciopelo
Juan Pablo Bertazza
Los presentes versos pueden entenderse como la tentativa sin fin de definir Praga. De asediar sin descanso sus rincones y el castillo inaccesible de su cerebro, a través de una obsesión que bordea –o provoca– el síndrome de Stendhal. Este merodeo va construyendo una suerte de hipervínculo cultural, que aspira a leer una ciudad al mismo ritmo que se camina un libro. «Praga es un texto», se resume con aforística puntería. Así deja de ser un lugar para convertirse en muchos, territorio vecino de las curiosidades ajenas e incluso de países que están en las antípodas. En su estructura mítica, se trata de un espacio al que uno vuelve incluso antes de haber ido. Tal vez por eso algunas caminantes «llevan en la mano/ los tatuajes que tienen en la espalda».
El concepto de belleza insalubre es abordado desde la intuición de que nuestros sentidos tienen su propia frontera, de que nuestra capacidad de asombro tiene un límite de seguridad. Cruzarlo es, por supuesto, misión de la poesía. Quizá sea entonces cuando «el alma llega al Este/ de ciudades donde nunca estuvo». En efecto, otra de las inteligentes premisas de Bertazza es que no haber estado en los lugares forma parte esencial de nuestra experiencia. Del deseo (¿la imposibilidad?) de comprenderlos, y también del camino que nos lleva hasta ellos.
Andrés Neuman